El trastorno de estrés al que nos enfrentamos hoy y cómo manejarlo.
A más de un año de haber comenzado la cuarentena y el aislamiento social, la Dra. Mafer Arboleda hace un análisis de cómo el estrés post COVID ha afectado nuestra salud mental.
Pasado un año, en que la vida de todas las personas sobre el planeta tuviera un giro inesperado y sin precedentes, comenzando con las jornadas de aislamiento y distanciamiento social, el “quédate en casa”, uso de cubrebocas y todas las medidas necesarias para enfrentar la pandemia generada por el SARS- CoV2, hoy, las instituciones especializadas como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y expertos en el tema advierten sobre la segunda pandemia: la de salud mental.
A pesar de haber empezado a ver la luz al final del túnel, con el inicio de las jornadas de vacunación en el mundo, no podemos negar que esta pandemia nos ha obligado a adaptarnos a una nueva situación, y nos ha pedido ser resilientes ante la incertidumbre de una enfermedad aterradora y que se ha llevado a muchos antes de lo esperado, sin darnos el tiempo de siquiera hacer un duelo o entender y asimilar lo que estamos viviendo.
Considerando el impacto a nivel mundial originado por el aislamiento social, la pérdida de seres queridos (y la incapacidad de vivir el luto y el duelo tal como lo hemos aprendido en nuestras culturas), pérdida de empleo, ingresos y grandes preocupaciones económicas, el miedo a enfermarse o a morir, o a ser el responsable de contagios y muertes de familiares y amigos, la impotencia por no poder proteger a otros, además de la incertidumbre generalizada e incapacidad de realizar planes a largo plazo, se han desencadenado múltiples y diversas condiciones que comprometen la salud mental, y se han exacerbado las existentes. Las medidas tomadas de cuarentena han sido consistentemente asociadas con resultados psicosociales negativos como ansiedad, tristeza, confusión, miedo, rabia, estrés, insomnio, estrés post traumático y síntomas de estrés post traumático (PTSS y PTSD por sus siglas en inglés), con algunos expertos señalando precisamente al PTSD como “el segundo tsunami de la pandemia”.
El trastorno de estrés postraumático (PTSD) es una consecuencia común a grandes desastres naturales, haber estado en la guerra y/o secuestrado, e incluye, por supuesto, vivir en una era de pandemia. Las proyecciones epidemiológicas realizadas por la OMS muestran que los problemas de salud mental post desastre afectan entre el 20% y el 50% de la población. En la pandemia actual, se espera que aumenten los niveles de soledad, depresión, uso nocivo de alcohol y otras drogas, y autolesiones o comportamiento suicida.
Con un llamado de las autoridades de salud internacional desde 2015 a considerar los problemas de salud mental como el reto global del s. XXI, es evidente que nos enfrentamos más que nunca a un verdadero problema de salud pública al que debemos de prestar atención y saber pedir ayuda sin miedo a sentirnos juzgados.
CANNABIDIOL (CBD) Y ESTRÉS
Tal como se ha visto en diversos estudios(1), las razones principales por las que las personas consumen productos enriquecidos en CBD son: ansiedad, estrés, depresión y problemas para dormir. En pequeños ensayos clínicos controlados aleatorizados, el uso de CBD (de 300 – 900 mg) ha impactado de forma significativa en la reducción de la ansiedad en voluntarios sanos, pacientes con trastorno de ansiedad social, con riesgo de psicosis, pacientes con enfermedad de Parkinson e individuos con trastorno por consumo de sustancias (como la heroína). Otros estudios observacionales respaldan estos hallazgos y los extienden a pacientes con ansiedad y trastornos del sueño, enfermedad de Crohn, depresión y PTSD.
Por todo esto, el CBD podría ser un tratamiento complementario para afrontar los síntomas de estrés post traumático y las diferentes consecuencias de salud mental asociadas a la pandemia por COVID-19. Sin lugar a duda, una opción que merece la pena investigar con estudios clínicos y evidencia de la mejor calidad posible.
Ahora bien, es importante enfatizar que los cannabinoides, como el CBD, no son la panacea y requieren de una supervisión médica para su administración y dosificación. En la actualidad, es alarmante la cantidad de productos donde predomina el CBD que hay disponibles de manera no regulada, que no cuentan con un control de calidad estricto, donde se desconoce si existen contaminantes tales como hongos, pesticidas, metales pesados, etc. Además, en muchos de estos productos se hacen afirmaciones de efectos terapéuticos que no se le pueden (ni deben) conferir. Esta situación que se vive en varios países requiere de una atención especial pues desprestigia y pone en tela de juicio el efecto real que podría tener el CBD en pacientes con ansiedad y/o trastornos del sueño.
Y es que los trastornos del sueño es otra cara de la pandemia de salud mental que enfrenta el mundo en la actualidad. Un estudio del Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud, Unidad Santo Tomás, reportaba que el 30% de la población mundial presenta hoy algún trastorno del sueño, con varios tipos de insomnio entre los que se encuentran fase de sueño atrasada, microdespertares, fase inversa del dormir e hipersomnia. Un panorama que indica la necesidad de buscar alternativas para su tratamiento terapéutico, donde el CBD podría convertirse en un gran aliado. Aunque hay que resaltar que es frecuente que también se requiera de otros cannabinoides como el delta-9-tetrahidrocannabinol (THC), que a dosis bajas puede tener un impacto muy positivo sobre la inducción del sueño. Pero, para poder tener su uso médico de manera consistente, hace falta continuar con la regularización de los productos provenientes de cannabis y cáñamo.
En México, la reforma a la Ley General de Salud no regula, pero tampoco prohíbe, el uso de productos donde predomina la concentración de CBD. Esto ha generado un importante vacío legal en el que los productos enriquecidos en CBD (sobre todo derivados de ‘hemp’ o cáñamo) han quedado en una zona gris. Gracias a esto, se comercializan algunos productos bajo la etiqueta de “suplementos alimenticios”, con afirmaciones o ‘claims’ sobre efectos terapéuticos que carecen de sustento científico. Cabe recordar que la finalidad de un suplemento alimenticio no es tratar una enfermedad, sino incrementar la ingesta dietética total, complementarla o suplir alguno de sus componentes.
Mientras continúa avanzando en materia regulatoria el uso del Cannabis en México, con lo que se logrará tener productos seguros y de una calidad certificada, con todo el respaldo sanitario necesario, por ahora la manera más clara y segura de contrarrestar estos problemas de salud mental ocasionados por la pandemia global que continuamos enfrentando son: